martes, enero 30, 2007

La última y nos vamos

Llegué ahí cuando tenía 17 años, estaba en la preparatoria y mis encuentros con el alcohol ya eran frecuentes. Goyo entró a trabajar la cantina y El Pareja, El Peludo, El George y yo preferimos cambiar nuestras andanzas de callejones a La Taberna. Por lo general nuestro bolsillos estaba casi vacíos y tomar en la cantina representaba casi un lujo, Así que optábamos por comprar nuestro vino afuera y llegar ahí temprano, jugar al billar y emborracharnos antes de que llegara Don Silver (el dueño) con la botana. Poco a poco Don Silver nos fue adoptando y comenzó a tolerar nuestras visitas aunque no consumiéramos, finalmente siempre habría un mandado que hacer y para eso estábamos nosotros. Ahí conocí a gente que hasta hoy somos amigos, pero hubo personas que me influenciaron demasiado. El Ingeniero Humberto, siempre me invitó cervezas y cigarros, me prestó dinero que aún no pago y siempre dijo que sería un buen escritor, él fue quien leyó mi primera publicación en una revista y la presumió ante todos, el logro también era suyo. El Rusty me regañó tanto por no leer escritores extranjeros, que entre tequila y tequila fue sacando libros de su mochila como si fuera un mago y me insistió en que leyera a Joyce, Sartre, Mallarme, Valery, Flaubert y otros tantos que aun no leo ni siquiera su biografía. Llegó el día en que conocí al Doc. Padilla, y las ansias de escribir nos fue llevando desde José Alfredo Jiménez hasta Ramón López Velarde, no se cuanto tiempo pasó y se unió Berny, joven de mi edad que también traía las palabras haciéndole jirones las manos, compartimos el humo y el trago, discutíamos sobre los apoyos de gobierno y la poca facilidad de publicar, fue entonces cuando nos decidimos y después de algunas cervezas, en una servilleta firmamos el pacto de crear una gaceta donde nosotros nos publicaríamos; se llamaría Pavesas de Tinta-mar, aunque apenas eran tres hojas tamaño carta dobladas por la mitad, sirvió para que otros se animara a hacer lo mismo, pocos lo reconocen. No importa. Conocí a Don Héctor y tantas y tantas canciones que siempre cantaba, le parendí sus dichos o por lo menos se los escuché a él por primera vez (si Pitágoras no es pendejo, dos viejas cuatro chichas; yo lo sé todo, hasta la hipotenusa del cateto adyacente; cuando filman escenas peligrosas me llaman a mí; etc) al Abogado y su acervo de albures, a los Domineros, a Deivid que en mi época de alcoholismo siempre me dio asilo en su casa, al Galaxias, que era, y es de otro planeta; a Coral, que me llevó a disfrutar la piel y la imagen de las prostitutas; a Luis Miranda, que se integró al proyecto de la gaceta y otra vez, en una mesa de La Taberna, pusimos el acuerdo del proyecto Editorial Animales de Botella, que aún sigue con vida, aunque a muchos no les importe y les disguste, Ahora Luis es parte de la banda. La cantina era nuestra, éramos familia. Durante siete años La Taberna fue refugio y casa, sus paredes, ahora vacías, estaban llenas de recuerdos. Fueron 7 años, en ese lapso de tiempo murió Rusty un día de enero del 2001, murió don Silver en septiembre del 2002, fue él quien nos apodó Los Talibanes. Se nos adelantó también el buen Hermilo, de Monterrey que le iba a los rayados, y Don Chava, el más bueno de los Domineros, papá de Goyo y amigo de toda la perrada (a güigüi). Se casó el George, ahora es radiólogo y tiene un hijo, también se amarró el Goyo, tiene un hijo y sigue estudiando ingeniería, fue el último cantinero de “nuestra” Taberna, Jorge o el Julián, se casó con su eterna novia, tiene un hijo y fue él quien vendió la taberna, Berny fue el siguiente en casarse, ya tiene un cuadernillo de poesía publicado y una hija hermosa, El Peludo pronto será psicólogo, también se casó. Luis Miranda sigue siendo el soporte de la editorial. Padilla ya publicó su Polimorfo amor y sigue enamorado de José Alfredo JIménez. A Lufe ya no lo veo. Yo todavía no soy escritor, me he casado y mi esposa espera mi primer hijo, no he acabado la universidad y ya fui al DF. El Parejita sigue igual, soltero, pedote y siempre amigo (menos de los gringos).

Que por qué escribo esto? Simple, El Julian vendió la Taberna y hemos sentido como si nos desalojaran de nuestra casa, como si todos estos años de borracherra no hubieran servido de nada. Ahora sí, la última y nos vamos... SALUD¡¡

lunes, enero 15, 2007

Posdata


Ahora que la luz es una telaraña hecha de sombras, el aire se descuelga pr la cortina, los pájaros se siguen incendiando en el sol que se marcha. Permíteme penetrar a esa selva de flores mutiladas que guardas en tu cama, apaga las luces, cierra esa ventana, tengo frío. Va a llover en el próximo parpadeo de nubes. Guarda tus olas de mar en cielo, me perturban, equivocan el rumbo y son tu fría sábana, tu fría espera, tu frío. Espera, no duermas todavía, olvídate de esa distancia, baja las manos, oscurece mis lunas, mi ataud de cenizas frecas. GUarda silencio ¿qúe no escuchas ese ruido que la ausencia tiene? Tengo frío, mucho frío, y tu cuerpo tan cercano, tan desnudo, tan incierto, tan lleno de hojas amarillas y grises y negras, y negra la boca de este suelo que me traga. Deshójate mujer, atravieza ese río de humo que se enreda en mi cuello, pero espera, espera otro poco, no te vayas ahora que el cielo tiene un ojo ciego. Tu caricia no es humilde, me somete.


Escribe una carta, para romperla y hacer olvido, o sueño, o bestia, detén el tiempo, que mi insomnio siga abriendo canales en esta noche, espera, no te vayas todavía, déjame llorar a orillas de la niebla, necesito desangrarme, consumirme al pie de tu escalera. Tengo los brazos rotos por no esperarte siempre, por traer tu corazón untado en el trigo de estas manos muertas.


P.D. Usted que se calla en los labios de otro, visite mi silencio de vez en cuando.


Ella se fue, tenía la piel azul y una cruel agonía pisando sus pasos, no me dijo nada, se fue con la memoria hecha olvido, ella no espero, el mar que traía en las manos le hacía jirones el día. Ahora habita en otras distancias, a lo lejos se oye el cantar de una sirena que nunca ha visto el mar, yo aquí la espero, con el resto de mis huesos creando ruinas.

lunes, enero 08, 2007

La muerte en peligro

Poner a la muerte en peligro
es retratar la pesadilla
de zopilotes desvalidos,
es salir al océano de lámparas,
adherirse al naufragio
y alcanzar la angustia.

Para poner en peligro a la muerte
hay que brotar de las paredes
en el susurro de la locura,
huir del mar que nos habita,
de la agonía de la serpiente,
de los viejos remolinos ciegos
cuando la mañana se estremece
en la posibilidad de las ventanas.
Se tiene que viajar a empellones
en la realidad del asfalto,
hay que cercar a los ángeles,
a la puerta y su sonrisa,
hay que dejar caer la tierra
en la llave de la verdad.

Se tiene que colgar la imagen,
el sudor,
fumarse las horas envuelto en el miedo
frío de unos ojos,
esperar las ciudades inconclusas,
buscar en una cama de lirios
la guerra clandestina
y ser cómplice del fuego.

Poner en peligro a la muerte
es vivir...
vivir en la breve magia del absurdo

jueves, enero 04, 2007

Hoy que la mañana me llegó a paso de fantasmas, me vestí con una sombra que no era mía, adiviné encontrarte al principio o al final de la escalera, pero tu ausencia me llegó en otras bocas. La torre de los ahorcados se desplomó, mis viejos castillos caminantes esperaban una sonrisa atrás de los cristales. Iluminé mi ciudad pensando en tus calles de piel, en tu frontera de luz, pero la impaciencia de tu historia me cayó en las manos, en el eco de estas manos que se sorprenden de tu desnudez a la hora de la muerte.

Esto es una carta que se frustró, es el frío de tu soledad a deshoras, es la pequeñez de mi palabra frente a las olasdemarenmano, es tu azul, es la congoja de tu llanto cayendo en los cuerpos blancos que no florecen, esto es la mínima parte de lo que hoy te extraño.

P.d. Tan inmensa eres que el mar te cabe en las manos

miércoles, enero 03, 2007

Esto bien pudo ser una emergencia de realidad, el problema es irse cuidando de las correrías de ladrones, del gorgoteo de esos pequeños ecos que van transcurriendo entre paisajes sin la recurrente esquina. Bien pudo ser un espejismo, una noche o la selva de espadas que apenas logra ser un crepúsculo.
Pudo ser todo esto, pero deseo que fueras tú.