lunes, febrero 16, 2009

De tres

Fumo. Levantó la mano, hago una seña y me llevan otra cerveza. Ninguno de los dos hablamos, de vez en cuando compartimos miradas y sonreimos casi de una manera protocolaria. Se escucha una cumbia en la rokola, el humo es cada vez mas denso. Frunces el ceño, ves que las cosas no son tan fáciles como habías creído, no encuentras por donde escapar, salir de ahí sin quedar desprotegido. En las mesas cercanas se escuchan algunas risas, más allá el golpeteo de las fichas de dominó permanece como si fuera un goteo constante. Caminas alrededor de la mesa, chasqueas la lengua y te decides... inclinas el cuerpo y tu taco golpea la bola roja, una, dos tres bandas y lentamente se va acercando a la bola amarilla, lento, mueves tu cuerpo a un lado, como si con eso lograras que tu bola cambie de dirección. La bola blanca pasa cerca, pero no logra que la carambola se complete. Sonrío. Sonríes y encoges los hombros como si quisieras explicarme algo que no logras entender todavía. Doy vueltas a la mesa sin dejar de mirar las tres bolas, te vendiste, podría hacer esa carambola con los ojos cerrados, de una manera automática, y volver a dejar caer el taco y gritar ¡tiempo!, para que una vez más hurgues en tus bolsillos y pagues la cuenta de las cervezas y la mesa de billar. Pero no, empuño el taco y le doy a la banda, luego a una bola, recorro banda corta, banda larga, banda corta, banda larga, banda, banda... no puedes creerlo, además de que fallé el tiro, te deje la posibilidad de que me ganes, te apuntas y sin pensarlo haces tu tiro, una, dos tres, cuatro, bandas y la carambola es buena... te gané, dices y no contesto, solo río... lo vas diciendo de mesa en mesa y no me importa, se la perdoné, les digo a todos los que nos observan y ellos ríen... hay veces que hasta perdiendo se gana.

martes, febrero 10, 2009

...

Me dicen que esto es fácil, hay que relajar las manos, escuchar musiquita, de preferencia que suene tristona aunque no lo sea, recodar los viajes, los cielos, los límites y los pasos compartidos. Traer a la memoria imágenes, viejas, recientes, no importa el tiempo que han permanecido olvidadas, sólo hay que dejarlas caer como si fueran un puño de instantáneas que se agolpan sobre la mesa y recogerlas de a una por una y sonreir de vez en cuando. Me dicen, me han dicho que es fácil. Que no importa el frio, ni la lluvia, ni el silencio, ni las distancias insalvables, que siquiera importa la sorepresiva rutina de la ausencia, ni el eco de la sangre, ni los vidrios esparcidos en las venas, ni el furor de los muertos que no aparecen nunca, que si todo esto no importa y lo veo y lo siento y lo olvido a cuentagotas será fácil, determinantemente mas sencillo conjurar a la locura, atrapar los vientres convertidos y asumir el riesgo de olvidarte.