Llegué ahí cuando tenía 17 años, estaba en la preparatoria y mis encuentros con el alcohol ya eran frecuentes. Goyo entró a trabajar la cantina y El Pareja, El Peludo, El George y yo preferimos cambiar nuestras andanzas de callejones a La Taberna. Por lo general nuestro bolsillos estaba casi vacíos y tomar en la cantina representaba casi un lujo, Así que optábamos por comprar nuestro vino afuera y llegar ahí temprano, jugar al billar y emborracharnos antes de que llegara Don Silver (el dueño) con la botana. Poco a poco Don Silver nos fue adoptando y comenzó a tolerar nuestras visitas aunque no consumiéramos, finalmente siempre habría un mandado que hacer y para eso estábamos nosotros. Ahí conocí a gente que hasta hoy somos amigos, pero hubo personas que me influenciaron demasiado. El Ingeniero Humberto, siempre me invitó cervezas y cigarros, me prestó dinero que aún no pago y siempre dijo que sería un buen escritor, él fue quien leyó mi primera publicación en una revista y la presumió ante todos, el logro también era suyo. El Rusty me regañó tanto por no leer escritores extranjeros, que entre tequila y tequila fue sacando libros de su mochila como si fuera un mago y me insistió en que leyera a Joyce, Sartre, Mallarme, Valery, Flaubert y otros tantos que aun no leo ni siquiera su biografía. Llegó el día en que conocí al Doc. Padilla, y las ansias de escribir nos fue llevando desde José Alfredo Jiménez hasta Ramón López Velarde, no se cuanto tiempo pasó y se unió Berny, joven de mi edad que también traía las palabras haciéndole jirones las manos, compartimos el humo y el trago, discutíamos sobre los apoyos de gobierno y la poca facilidad de publicar, fue entonces cuando nos decidimos y después de algunas cervezas, en una servilleta firmamos el pacto de crear una gaceta donde nosotros nos publicaríamos; se llamaría Pavesas de Tinta-mar, aunque apenas eran tres hojas tamaño carta dobladas por la mitad, sirvió para que otros se animara a hacer lo mismo, pocos lo reconocen. No importa. Conocí a Don Héctor y tantas y tantas canciones que siempre cantaba, le parendí sus dichos o por lo menos se los escuché a él por primera vez (si Pitágoras no es pendejo, dos viejas cuatro chichas; yo lo sé todo, hasta la hipotenusa del cateto adyacente; cuando filman escenas peligrosas me llaman a mí; etc) al Abogado y su acervo de albures, a los Domineros, a Deivid que en mi época de alcoholismo siempre me dio asilo en su casa, al Galaxias, que era, y es de otro planeta; a Coral, que me llevó a disfrutar la piel y la imagen de las prostitutas; a Luis Miranda, que se integró al proyecto de la gaceta y otra vez, en una mesa de La Taberna, pusimos el acuerdo del proyecto Editorial Animales de Botella, que aún sigue con vida, aunque a muchos no les importe y les disguste, Ahora Luis es parte de la banda. La cantina era nuestra, éramos familia. Durante siete años La Taberna fue refugio y casa, sus paredes, ahora vacías, estaban llenas de recuerdos. Fueron 7 años, en ese lapso de tiempo murió Rusty un día de enero del 2001, murió don Silver en septiembre del 2002, fue él quien nos apodó Los Talibanes. Se nos adelantó también el buen Hermilo, de Monterrey que le iba a los rayados, y Don Chava, el más bueno de los Domineros, papá de Goyo y amigo de toda la perrada (a güigüi). Se casó el George, ahora es radiólogo y tiene un hijo, también se amarró el Goyo, tiene un hijo y sigue estudiando ingeniería, fue el último cantinero de “nuestra” Taberna, Jorge o el Julián, se casó con su eterna novia, tiene un hijo y fue él quien vendió la taberna, Berny fue el siguiente en casarse, ya tiene un cuadernillo de poesía publicado y una hija hermosa, El Peludo pronto será psicólogo, también se casó. Luis Miranda sigue siendo el soporte de la editorial. Padilla ya publicó su Polimorfo amor y sigue enamorado de José Alfredo JIménez. A Lufe ya no lo veo. Yo todavía no soy escritor, me he casado y mi esposa espera mi primer hijo, no he acabado la universidad y ya fui al DF. El Parejita sigue igual, soltero, pedote y siempre amigo (menos de los gringos).
Que por qué escribo esto? Simple,
El Julian vendió
la Taberna y hemos sentido como si nos desalojaran de nuestra casa, como si todos estos años de borracherra no hubieran servido de nada. Ahora sí, la última y nos vamos... SALUD¡¡